La Fundación UDIA es la materialización del compromiso social ligado a la visión corporativa de UDIA. Conscientes de que el crecimiento sostenible de cualquier organización debe ir de la mano con la inversión en el capital humano global, Fundación UDIA nace con la misión específica de movilizar recursos y conocimiento tecnológico hacia aquellas comunidades con mayor vulnerabilidad, asegurando que la educación y el acceso a la tecnología no sean un privilegio, sino un derecho universal.
En la Fundación UDIA creemos profundamente en el poder de la educación. No solo como herramienta de aprendizaje, sino como palanca capaz de cambiar destinos completos. Por eso, cuando conocimos la historia de un pequeño colegio familiar en Nigeria, supimos que teníamos que actuar.
Este colegio comenzó como un proyecto humilde: unas pocas aulas levantadas con esfuerzo por una familia que quería ofrecer a los niños de su comunidad un lugar donde aprender y crecer. Con el tiempo, el número de alumnos aumentó, pero los recursos no. Las aulas tenían poca iluminación, en cada pupitre tenían que sentarse hasta cuatro niños, y solo había un ordenador para todos… un equipo antiguo que apenas podía encenderse. Aun así, los estudiantes acudían cada día con una ilusión increíble.
Cuando visitamos el centro, entendimos que no se trataba de “reconstruir”, sino de darles un entorno digno donde esa ilusión pudiera florecer. Así nació nuestro proyecto de reforma: mejorar las instalaciones, renovar mobiliario, asegurar un espacio más luminoso y cómodo, y empezar a dotar al colegio de herramientas tecnológicas que permitan a sus alumnos mirar al futuro con confianza.
Hoy, el colegio no solo es más funcional y seguro; también es un símbolo de oportunidad. Ver a los niños estudiar con más espacio, con luz y con acceso a mejores recursos es la prueba de que a veces, un pequeño gesto puede abrir un mundo de posibilidades.
Este es solo el inicio. Desde la Fundación UDIA seguimos comprometidos a impulsar proyectos que lleven educación y tecnología a comunidades donde marcar la diferencia es urgente y necesario. Porque cuando invertimos en educación, invertimos en el futuro de todos.
Personalmente, me impresionó ver la situación de pobreza extrema en la que viven, y cómo, a pesar de las carencias materiales, el deseo de aprender permanecía intacto. Fue un recordatorio conmovedor de que la resiliencia humana es infinita y de que nuestra labor va más allá de ladrillos y tecnología; se trata de validar y nutrir esa esperanza que cada niño lleva consigo.
El proyecto en Nigeria no fue solo una entrega de recursos; fue un intercambio. Yo y todo mi equipo pudimos sentir en primera persona que la verdadera riqueza reside en la comunidad y en la dedicación de esa familia que fundó el colegio. Ahora, el desafío es mantener esta llama viva y expandir el impacto. Ver el brillo en los ojos de esos niños al usar un ordenador por primera vez o sentarse en un pupitre individual es la motivación que necesitamos para seguir adelante. La educación es la herramienta más poderosa contra la desigualdad, y esta experiencia nos ha reforzado la convicción de que cada esfuerzo cuenta.

